Antonia Avellano

Novelista-Escritora Infantil y Poeta

Desde Adán y Eva y la famosa leyenda de la manzana, que aunque en otro sentido figuraría también como elemento negativo en el cuento de Blanca Nieves, la mujer siempre ha estado en el punto de mira. Se habla de mujeres adelantadas a su tiempo, de las que no cumplen el papel inventado para ellas, de las sumisas, de las que no saben freír un huevo, de las revolucionarias, de las lascivas, de las aventureras y exploradoras, de …..

La mujer siempre ha sido un hito mitificado o desmitificado. En cuanto a lo de aventurera, si se decidía a viajar sola como Lola, por los lugares más o menos recónditos del planeta ya tenía un problema ante las damas más agarradas a los faldones de sus esposos o las que no se querían quitar el mérito de que sus ancestros venían de Atapuerca, o los caballeros de sombrero de copa y mostacho retorcido, de los menos caballeros… ¿Y si era single? Es decir soltera, viuda y poco más, por eso de que el marido para toda la vida, pues entonces lo ético y moral era cargar con sus madres como en el Titanic, con la criada de turno, o con la tía soltera, como personal de compañía y fetén, por lo demás, con los bártulos que aun eran más abundantes: Sombreritos, corsés, cancanes, y todas esas cosas para estar siempre a tono y la jaula del loro, o del periquito y algunas con el perrito Fifí en brazos.

Aun así cuenta la historia que la primera mujer que viajó en solitario saliendo de Galicia y recorriendo media Europa y gran parte de Oriente Medio lo hizo en el siglo IV, biblia en mano, que eso protege, y montó en camello, allí mismo y no precisamente en las Canarias que le pillaba más cerca. Ya tenemos un hito y un mito. Y cuando algo se mitifica y se ejemplariza parece que esa rebeldía se hace más pequeña, y se habla de mujeres pioneras, y de que la mujer va en avance, y de que es una adelantada a su tiempo y de…

Carmen Cosí, protagonista de “Como agua de lluvia sobre el baobab” no tiene más remedio que viajar en solitario, ni más ni menos que al continente africano. No como acto de rebeldía, no por darle rienda a posibles sueños aventureros. Ese viaje es una salida a su caos interior, a la situación que se respira precisamente en esa parte del siglo XX en el que le ha tocado vivir. No importan los prejuicios morales cuando la necesidad está en la cima de todo.

20 de octubre de 1918 Carmen Cosí con solo 17 años viaja en solitario al Cabo africano.

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