Antonia Avellano
Novelista-Escritora Infantil y Poeta
Es un amplio el sector diletante de la sociedad en cuanto a sentir admiración o placer por cualquier actividad artística, frente a un sector más reducido en el campo de la profesionalidad, de aquellos que se dedican a realizar esas creaciones que llenan museos, galerías de arte o librerías, entre otros, para deleite de los demás y como desarrollo personal. De otro lado, y sin llegar a ser creaciones propiamente dichas en cuestión de fabricar arte, podemos encontrarnos en museos infinidad de objetos que con el tiempo han pasado a ser de simples objetos cotidianos a auténticas piezas de colección para un mejor conocimiento de la historia, la cultura o la tecnología.
La acción de escribir también se ha considerado como un arte, de ahí a mencionar los libros y librerías en el primer apartado. Aunque se hable principalmente de escritores, podríamos llamarles de igual modo artesanos de los libros, porque al fin y al cabo escribir es un trabajo mecánico, estructurado y con ciertos dotes de habilidad. Se necesita de un buen tándem escritor-bibliófilo para darle salida a esa artesanía maravillosa creada desde el saber o el conocimiento, de la misma forma que las librerías lo hacen con los libros.
Se habla de las librerías más bonitas del mundo, de las más antiguas, de las más coquetas, de las que se han llevado un récord Guiness en antigüedad, pero independientemente de eso, cada una de las librerías, inclusive alguna que otra clandestina en campos de concentración en épocas de la Segunda Guerra mundial, tienen o tuvieron el alma, el saber y el conocimiento de los autores, insuflados en unas páginas de diferentes tipos, calibres y texturas a través de las letras, mediante las cuales intentaron en su día ofrecer esa cadena de bondades a sus lectores.
La necesidad de escribir ha sido un hecho siempre, así podremos encontrarnos escritos, precisamente en esos museos a los que se hacía referencia en el apartado anterior, en tablillas de arcilla o papiros. Después vendrían los primeros libros publicados, en concreto el Sutra del diamante, que se imprimiría allá por el ochocientos en China. Y de ahí a las primeras imprentas y librerías. Dentro de las más antiguas del mundo se lleva la palma la librería Bertrand en Lisboa, porque es la que aún sigue en pie.
El saber que confieren los libros es la herramienta más poderosa que puede tener un ser humano en su poder. Es por eso que muchos libros han sido prohibidos o mandados quemar por autoridades políticas o religiosas, y sus escritores perseguidos, todo ello debido a fanatismos de esas índoles, pero a pesar de eso, el saber que aportaron esos libros es capaz de transmitirse de generaciones en generaciones a partir de quienes un día los tuvieron entre sus manos, no exentos de otro lado de réplicas maravillosas.
Significativo el hecho de que en la Ciudad de Londres durante el Blizt en la Segunda Guerra mundial los bombarderos alemanes terminaron con Pater Noster Row, una de las calles cercanas a la catedral de San Pablo, gremio de editores, libreros y librerías que difundieron durante décadas ese arte maravilloso del saber.
”Allí donde se quema libros se termina quemando también seres humanos” Heinrich Heine